A primera vista, el bismuto puede parecer un material aburrido. Es el elemento número 83 de la tabla periódica. De color gris blanquecino cuando está en estado puro (como casi todos los demás metales), se funde a una temperatura relativamente baja (271 ºC), no es especialmente escaso o valioso, y sus propiedades mecánicas lo convierten en un material muy utilizado para… nada.
«Meh.»
Pero no, ¡Esperad! ¡No dejéis de leer, os juro que esto mejora!
Al ser calentado por encima de su punto de fusión, el material se funde y es al dejarlo enfriar cuando empieza a surgir la magia.
Pensaréis que os estoy tomando el pelo, que esto es alguna mandanga hecha por ordenador o una especie de plástico moldeado de manera artificial, pero tengo una justificación. Para entenderla, hay que tener dos cosas claras:
1. El bismuto es uno de los peores conductores térmicos, lo que significa que impide en gran medida que el calor pase a través de él.
2. La cristalización es un proceso que tiene lugar cuando un material fundido se enfría y empieza a solidificarse. Los átomos se unen para formar estructuras sólidas -cristales- y, dependiendo de la velocidad de enfriamiento, estos cristales serán de mayor a menor tamaño. Por regla general, para enfriamientos rápidos se obtienen cristales pequeños.
(Fuente: www.periodictable.com)
Hay un sinfín de fotos de cristales de bismuto de todas las formas y tamaños en esta galería especializada.
¿Quieres hacer tus propios cristales de bismuto en casa? No hay problema, pueden comprarse pedazos por internet a un precio bastante asequible y fundirse sobre una sartén. El manual (en inglés), aquí.